¿Cómo ser optimistas?

Textos de san Josemaría sobre por qué y cómo podemos ser optimistas, a pesar de las dificultades propias o del ambiente en que vivamos.

Con la gracia de Dios, tú has de acometer y realizar lo imposible..., porque lo posible lo hace cualquiera.

Forja, 216

Tarea del cristiano: ahogar el mal en abundancia de bien. No se trata de campañas negativas, ni de ser antinada. Al contrario: vivir de afirmación, llenos de optimismo, con juventud, alegría y paz; ver con comprensión a todos: a los que siguen a Cristo y a los que le abandonan o no le conocen.

—Pero comprensión no significa abstencionismo, ni indiferencia, sino actividad.

Surco, 864

El optimismo cristiano no es un optimismo dulzón, ni tampoco una confianza humana en que todo saldrá bien. Es un optimismo que hunde sus raíces en la conciencia de la libertad y en la fe en la gracia; es un optimismo que lleva a exigirnos a nosotros mismos, a esforzarnos por corresponder a la llamada de Dios.

De esa manera, no ya a pesar de nuestra miseria, sino en cierto modo a través de nuestra miseria, de nuestra vida de hombres hechos de carne y de barro, se manifiesta Cristo: en el esfuerzo por ser mejores, por realizar un amor que aspira a ser puro, por dominar el egoísmo, por entregarnos plenamente a los demás, haciendo de nuestra existencia un constante servicio.

Es Cristo que pasa, 114

Me preocupa...

Después del entusiasmo inicial, han comenzado las vacilaciones, los titubeos, los temores. —Te preocupan los estudios, la familia, la cuestión económica y, sobre todo, el pensamiento de que no puedes, de que quizá no sirves, de que te falta experiencia de la vida.

Te daré un medio seguro para superar esos temores —¡tentaciones del diablo o de tu falta de generosidad!—: “desprécialos”, quita de tu memoria esos recuerdos. Ya lo predicó de modo tajante el Maestro hace veinte siglos: “¡no vuelvas la cara atrás!”

Surco, 133

No al pesimismo

Rechaza tu pesimismo y no consientas pesimistas a tu lado. —Es preciso servir a Dios con alegría y con abandono.

Forja, 217

Podría portarme mejor, ser más decidido, derrochar más entusiasmo... ¿Por qué no lo hago?

Porque —perdona mi franqueza— eres un majadero: el diablo conoce de sobra que una de las puertas del alma peor guardadas es la de la tontería humana: la vanidad. Por ahí carga ahora con todas sus fuerzas: recuerdos pseudosentimentales, complejo de oveja negra en su visión histérica, impresión de una hipotética falta de libertad...

¿A qué esperas para enterarte de la sentencia del Maestro: vigilad y orad, porque no sabéis ni el día ni la hora?

Surco, 164

Ejercítate en la virtud de la esperanza, perseverando —por Dios, y aunque te cueste— en tu trabajo bien acabado, con el convencimiento de que tu esfuerzo no es inútil ante el Señor.

Forja, 277

Con Dios es posible

Hijo, por tus propias fuerzas, no puedes nada en el terreno sobrenatural; pero, siendo instrumento de Dios, ¡lo podrás todo!: “omnia possum in eo qui me confortat! —¡todo lo puedo en Aquél que me conforta!, pues El quiere, por su bondad, utilizar instrumentos ineptos, como tú y como yo.

Forja, 232

La alegría, el optimismo sobrenatural y humano, son compatibles con el cansancio físico, con el dolor, con las lágrimas —porque tenemos corazón—, con las dificultades en nuestra vida interior o en la tarea apostólica.

El, “perfectus Deus, perfectus Homo —perfecto Dios y perfecto Hombre—, que tenía toda la felicidad del Cielo, quiso experimentar la fatiga y el cansancio, el llanto y el dolor..., para que entendamos que ser sobrenaturales supone ser muy humanos.

Forja, 290

En las batallas del alma, la estrategia muchas veces es cuestión de tiempo, de aplicar el remedio conveniente, con paciencia, con tozudez. Aumentad los actos de esperanza. Os recuerdo que sufriréis derrotas, o que pasaréis por altibajos —Dios permita que sean imperceptibles— en vuestra vida interior, porque nadie anda libre de esos percances. Pero el Señor, que es omnipotente y misericordioso, nos ha concedido los medios idóneos para vencer. Basta que los empleemos, como os comentaba antes, con la resolución de comenzar y recomenzar en cada momento, si fuera preciso.

Amigos de Dios, 219

Hijos predilectos

Si nos sentimos hijos predilectos de nuestro Padre de los Cielos, ¡que eso somos!, ¿cómo no vamos a estar alegres siempre? —Piénsalo.

Forja, 266

Dios tiene sobre nosotros, hijos suyos, un derecho especial: el derecho a que correspondamos a su amor, a pesar de nuestros errores personales. —Este convencimiento, al mismo tiempo que nos impone una responsabilidad, de la que no podemos escapar, nos da seguridad plena: somos instrumentos en las manos de Dios, con los que El cuenta diariamente y, por eso, diariamente, nos esforzamos en servirle.

Forja, 613

Moral de victoria

Para un hijo de Dios, cada jornada ha de ser ocasión de renovarse, con la seguridad de que, ayudado por la gracia, llegará al fin del camino, que es el Amor.

Por eso, si comienzas y recomienzas, vas bien. Si tienes moral de victoria, si luchas, con el auxilio de Dios, ¡vencerás! ¡No hay dificultad que no puedas superar!

Forja, 344

Si Dios está con nosotros, ¿quién nos podrá derrotar?. Optimismo, por lo tanto. Movidos por la fuerza de la esperanza, lucharemos para borrar la mancha viscosa que extienden los sembradores del odio, y redescubriremos el mundo con una perspectiva gozosa, porque ha salido hermoso y limpio de las manos de Dios, y así de bello lo restituiremos a El, si aprendemos a arrepentirnos.

Amigos de Dios, 219